La gran reputa de la octava azotea durante una fresca tarde del mes de abril

(escrito viejo) Anteayer fui humo.
Un trastorno de personalidad dividida entre dos labios, despidiéndose sin soltar una sola letra del abecedario, pero siempre quedándose ahí, estancada y muerta en el mismo lugar. Evaporándose a la par de la marcha del señor sol, que nunca se cansa de fastidiar a gente como yo; zombies totonacos frustrados por la física cuántica expresando palabras de mal gusto mientras se les va el autobús.

Ayer fui azúcar glass.
Un cliché sensacionalista y terrenal que metaboliza los carbohidratos de una forma natural; el optimismo andante. Viendo la vida de otra forma sin dejar de respetar a los albañiles y decirle “Buenos días, ¿cómo le va?” a todos los vecinos. Olvidando el negro y las comidas refrigeradas, se dedica a ser amable con el universo, y no por el hecho de que es mejor que él día anterior, sino por que éste día todo su organismo está en automático y su hemisferio utópico simplemente no puede contra eso.

Hoy soy como una escollera.
Profunda y dura. Así es ella hoy. Por que hoy sólo es ella palpando su interior, todo comienza a tornarse como es realmente, sin azúcar y sin sal. Sabe que le falta ALGO, pero no sabe qué es, todo lo que sabe es que ese algo es físico. Ha regresado a la que Dios llama “la del camino”. Literata que aísla pensamientos, respira profundo y describe catetos que apenas entiende. Sí, ella es. The wonder freak ha descubierto el día de hoy, acostada sobre la octava azotea durante una fresca tarde de abril, que, efectivamente, no sirve para la declamación ni para el celibato.

Amén

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