Hostal [Private room]

Lo escribí a partir de esa parte de mi tan clásica, que sigue absurda; totalmente utópica. Lo escribí llorando. Lo escribí temblando. Lo escribí... Manos aqua. (Amo ver lo humano).

El DF, el café servido en vaso de unicel y el frío en mi rostro me hacen creer que estoy a salvo tan lejos de ti. Por que ya no lloro tus desprecios mal entendidos ni me corrompo siguiendo tus caóticos pasos de adolescente con problemas existenciales; puedo convencerme de que no me importa tu cabello.

Ahora puedo caminar sobre Revolución e inundarme con el smog de esta ciudad; un delicioso smog que me arrebata sonrisas cada vez que cierro los ojos y le confieso a los intactos trovadores silvestres que ya no soy la misma. Los bohemios de cabellos largos me llamaron señorita peligro; la chica de polvitos blancos en los párpados que ríe cuando le presentan a alguien y se hace la insolente en los momentos menos oportunos de la vida.

El día de hoy suspiro arte y escupo colores en el agua. Soy plata. Una buena simulación de terrícola con falda que procura no ser tan rápida con las palabras.

Busco la adrenalina sana y salvaje. Bichitos acaparan mi mente: “asústame tantito” “déjame caer sin quedar en estado vegetativo” “Atrévete. ¡Vamos! Pon esa pistola en mi cuello pero no jales el gatillo.” “Empújame al agua” “Hazla correr”. Pienso una y otra vez lo interesante que es vivir aquí. Abro los ojos. Volteo la cara y veo como las ratas gigantes salen de ese inmenso drenaje, y tras ellas un mendigo, que me hace reír a carcajadas. Es tan gracioso para mí. Lo siento si parezco un poco infame, pero amo este tipo de situaciones…

¡Ah! Una frazada rosa vuela por los aires. Genial… Inexplicable. ¿De quién será?

Los chicos de melena alborotada me invitan a cantar con su guitarra. Amo su pasión y el ángulo por el que apreciamos las cosas…

Somos de paja.

“¡Bendita sociedad! ¡Aleluya! ¡Brindemos otra vez con leche!” Gritamos todos al mismo tiempo. Luego seguimos en algarabía, despeinándonos a la par de las melodías, gritando como locos sentados en aquella alameda.

El sol deprimido nos escogió.

Vale. Se hizo de noche. Los chicos se fueron casi muertos con un estilo incierto. Yo me quedé sola otra vez, ahí, sentada. Suspiré de nuevo. Parpadee. Me puse de pie y caminé buscando una tienda. La encontré y compré un jugo industrializado. Me lo tome mientras tú comenzaste a llenarme otra vez. Mi mente se ha convertido en un pútrido museo de cera. Pero ya basta. ¡Estoy cansada de añorarte! ¡No te necesito! Entonces le pedí a Dios que te guardara. Jamás podré evitar hacer eso por ti. Sabes que te quiero. Te quiero inerte así como eres… Mis entrañas se adhirieron a tu cabeza; me duele tu cuerpo, me sabe tu risa inmaculada junto a tus palabras absurdas y tus opiniones fuera de lugar… Te quiero psicópata, necesitado, necio; así con esos defectos, con esas virtudes con las cuales de desapareces de repente. Te quiero masivo y te extraño. Te extraño y es patético descubrirme en esto. Sollozo. Te extraño. Lo sé. Salto. Salto más alto, más fuerte. Me voy saltando tres calles hasta llegar a mi departamento. Quiero ser tu niña. Rosa. Absurda. Fácil. Ajena... Siempre.

Sabes que lo anhelo.

Subo las escaleras pachonas hasta topar con mi puerta. Entro y cierro con llave. Me quedo quieta esperando algo que sé no llegará hoy. La pared es blanca y al verla mis párpados se asfixian; mi organismo sabe que a ese lugar le faltan un ejército de letras, un manicomio de letras revueltas, una trifulca de letras preñadas de mensajes profundos que oculten este vacío físico…

Mis alucinaciones nacen de tus venas

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