Deshoras

En el suelo se viene quejando la manecilla menor. Se ha escapado de su centro, ha perdido el bosque y la importancia de derramar el café en las piernas del cliente.

Se arrastra cantando rondallas de estupor. Busca el verbo, pero éste dejó de ser para girarnos la portela de Isolda; otra dama enamorada.

Amor, no pienses en lo que deba ser, en lo que es justo, en la resolución de nuestros problemas. Sólo sé la manecilla mayor.

Suéltanos las nubes.

Caen las mariposas al árbol. Nadie conoce a los muertos. 

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