TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

Los trastornos de personalidad son un conjunto de perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y de relación social de los individuos.

Los trastornos de la personalidad son problemas que el sujeto posee arraigados en su carácter y que, por tanto, empieza a manifestar con claridad en su juventud o principio de la adultez. No obstante, muchas veces existen antecedentes de dichos problemas o “rasgos disfuncionales” del temperamento en la infancia.


Los trastornos de la personalidad no son equivalentes a trastornos que son más bien problemas agudos, como se dice en medicina. Podemos imaginar a una persona con una grave depresión, pero que cuando se repone de ésta vuelve a ser la que era. Igualmente, podemos hacer el mismo ejercicio de imaginación con alguien adicto a sustancias, agorafóbico o hipocondríaco. La persona con trastornos de la personalidad no reacciona así, no vuelve a ser la que era porque siempre es la que es; digamos que no tiene un “postizo” que le pueda sobrevenir como una depresión o un trastorno de ansiedad, sino que desde siempre ha sido así y se ha ido haciendo así durante su vida.

Esto no significa que los trastornos de la personalidad no tengan tratamiento, al contrario. Con un depresivo hay que atender la depresión, con un psicótico la psicosis; pues bien, con una persona que sufre de trastornos de la personalidad, hay que atender a su personalidad. No venimos a decir que haya que cambiar de carácter, sino que hay que convertir lo que antes eran rasgos o maneras de ser disfuncionales en funcionales.

Los rasgos disfuncionales son aspectos del comportamiento, de la percepción de los demás, del manejo ante la vida o de la autoestima (es decir, de los grandes ámbitos en los que nos desenvolvemos todos con nuestro carácter) que provocan sufrimiento en uno mismo y/o en los otros. Imaginemos, por ejemplo, a una persona enormemente desconfiada, que es suspicaz incluso con sus seres queridos y que siempre piensa que la están engañando o que se están queriendo aprovechar de ella, humillarla, burlarse, etc. Esta persona tiene rasgos disfuncionales de personalidad de tipo paranoide, hasta el punto de que podría ser tributaria de un diagnóstico de trastorno paranoide de la personalidad por su suspicacia excesiva y generalizada. Otros ejemplos de rasgos disfuncionales son la timidez extrema, el comportamiento delictivo, la soberbia excesiva, etc. Como se puede observar, son "formas de ser" constantes, que no obedecen a un mal momento concreto sino que están muy arraigadas en el individuo.

Según los aspectos que estén generando sufrimiento se podrá hablar de un trastorno de la personalidad o de otro, sabiendo que lo más normal es una mezcla entre diferentes tipos. Pero, más allá de las diferentes clases, lo que importa es esa idea de estabilidad en la persona, de que distintas "maneras de ser" muy arraigadas pueden ser problemáticas para el individuo o su entorno.

Los trastornos de personalidad incluyen los siguientes tipos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, histriónico, narcisista, antisocial, límite, evitador, dependiente y obsesivo-compulsivo. El trastorno de identidad disociativo, anteriormente llamado trastorno de personalidad múltiple, es un trastorno totalmente diferente.


Trastorno de personalidad paranoide

Las personas con personalidad paranoide proyectan su propio conflicto y hostilidad hacia los otros. En general son frías y distantes. Encuentran intenciones hostiles y malévolas detrás de actos triviales, inocentes o incluso positivos y reaccionan con suspicacia a los cambios. Frecuentemente, las suspicacias conducen a conductas agresivas o al rechazo por parte de los demás (justificando asi sus sentimientos originales).

Los que tienen trastorno de personalidad paranoide a menudo intentan acciones legales contra otros, sobre todo si se sienten indignados y con razón. No son capaces de ver su propio papel dentro del conflicto. Aunque suelen trabajar en relativo aislamiento, pueden ser eficientes y concienzudos.

A veces las personas que ya se sienten marginadas a causa de un defecto o una minusvalía (como sordera) son más prospensos a desarrollar una personalidad paranoide.




Trastorno de personalidad esquizoide
Las personas con trastorno de personalidad esquizoide son introvertidas, ausentes y solitarias. Parecen frías y distantes. Con frecuencia están absortas en sus propios pensamientos y sentimientos y temen la aproximación y la intimidad con otras personas. Poco habladoras, sueñan despiertas y prefieren la especulación teórica a la acción. La fantasía es un modo frecuente de enfrentarse a la realidad.



Trastorno de personalidad esquizotípica
Las personas con una personalidad esquizotípica, igual que aquellas con trastorno de personalidad esquizoide, se encuentran emocional y socialmente aisladas. Tambien desarrollan pensamientos, percepciones y comunicaciones extrañas. Aunque estas rarezas son parecidas a las de personas con esquizofrenia, y aunque la personalidad esquizotípica se encuentra a veces en la gente con esquizofrenia antes de que la desarrollen, la mayor parte de los adultos con personalidad esquizotípica no desarrolla esquizofrenia. Algunas personas muestran signos de pensamiento mágico (la idea de que una acción particular puede controlar algo que no tiene ninguna relación con esto). La gente con una personalidad esquizotípica puede tener también ideas paranoides.



Trastorno de personalidad histriónica
Las personas con personalidad histriónica o histérica buscan llamar la atención y se comportan de modo teatral. Su modo de ser tiene como resultado el establecer relaciones personales con facilidad pero de modo superficial. Las emociones a menudo son exageradas, infantiles e ideadas para provocar simpatía o atención de los otros. Las personas con personalidad histriónica son proclives a los comportamientos sexualmente provocativos o a sexualizar las relaciones que no son sexuales. Pueden no querer realmente una relación sexual; más bien, sus comportamientos seductores frecuentemente encubren un deseo de dependencia y protección. Algunas personas de personalidad histriónica también son hipocondríacas y exageran sus problemas físicos para llamar la atencion.



Trastorno de personalidad narcisista

Las personas de personalidad narcisista tienen un sentido de superioridad y una creencia exagerada en su propia importancia. La persona con este tipo de trastorno de personalidad puede ser exageradamente sensible a los fracasos, a la derrota o a la crítica y, cuando se la enfrenta a un fracaso para comprobar la alta opinión de sí mismos, se ponen fácilmente rabiosos o deprimidos. Como creen que son superiores a los demás, esperan ser admirados y, con frecuencia, sospechan que los envidian. Sienten que merecen que sus necesidades sean satisfechas sin demora y por eso explotan a otros, cuyas necesidades son consideradas menos importantes. Su comportamiento es a menudo ofensivo para otros, que les encuentran arrogantes o mezquinos.


Trastorno de personalidad antisocial
Las personas con personalidad antisocial, la mayor parte de las cuales son hombres, muestran insensibilidad por los derechos y sentimientos ajenos. Explotan a otros para obtener beneficios. Característicamente, tales personas expresan sus conflictos de un modo impulsivo e irresponsable. Toleran mal la frustración y, a veces, son hostiles o violentos. A pesar de los problemas o el daño que causen a otros por su comportamiento antisocial, no sienten remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su comportamiento o culpan a otros. Sus relaciones están llenas de deshonestidad y de engaño. La frustración o el castigo raramente modifican su conducta.

Las personas con personalidad antisocial tienen tendencia al alcoholismo, a la toxicomanía, a las desviaciones sexuales, a la promiscuidad y a ser encarceladas. Son propensas a fracasar en el trabajo y a trasladarse de un sitio para otro. Con frecuencia tienen una historia familiar de comportamiento antisocial o abuso. Tienen una esperanza de vida inferior a la media, pero entre los supervivientes, esta situación tiende a disminuir o a estabilizarse con la edad.

Lo único que les importa es el presente y no tienen perspectivas de futuro ni les importa lo que sucederá mañana o las consecuencias futuras de su conducta, de manera que no se ven afectados por la amenaza de un castigo futuro.



Trastorno de personalidad límite (BORDERLINE)

Patología de la personalidad tan frecuente como devastadora, y tan poco conocida como mal tratada. Es, seguramente, uno de los problemas clínicos más graves que se pueden sufrir, sobre todo en sus formas más puras (recordemos que, como ya hemos dicho, los trastornos de la personalidad se mezclan unos con otros haciendo diferentes combinaciones) y de mayor magnitud.

Las personas con trastorno límite no están “entre la neurosis y la psicosis”, como antes se decía. Tampoco son personas con inteligencia límite, que es algo que no tiene nada que ver. El trastorno límite se basa en la inestabilidad en diferentes ámbitos, sobre todo en el afectivo y el interpersonal.

La inestabilidad afectiva se produce en forma de cambios de ánimo muy notables y, sobre todo, muy exagerados. Es como si estas personas tuvieran un “amplificador” en su sistema emocional, de manera que todo lo viven a lo bruto, especialmente todo lo malo, porque esta inestabilidad o variabilidad tan acusada rara vez se da con alegrías y euforia –aunque tampoco son descartables breves momentos así-, sino que son, más bien, tránsitos repentinos y muy intensos de una relativa calma a una ira brutal, o a un hundimiento descomunal, o a una desesperación muy drástica.

Estas emociones tan variables, provocadas generalmente por conflictos con otras personas o por percepciones de ser poco queridos, pueden llegar a puntos muy extremos. La esencia del trastorno límite es la sensación de vacío propia de sentirse rechazado y poco querido por los demás, sensación a veces no fundada en la realidad pero que se tiene por un hambre afectiva muy voraz, en línea con el “amplificador” que comentábamos, por la que toda atención y toda muestra positiva de cariño parece escasa. La ira motivada por estas percepciones puede llegar a explosiones de irritabilidad, a romper cosas, pegarse con alguien o amenazar; el desánimo y la mala relación del sujeto consigo mismo a intentos de suicidio, autolesiones, compensaciones de sufrimiento (drogas, sexo compulsivo, etc.) o comportamientos que se llevan a cabo sin tener en cuenta las consecuencias, como si en el fondo casi fuera mejor morirse para evitar seguir sufriendo.

La inestabilidad interpersonal transcurre paralela a la anteriormente expuesta, de manera que, guiado por esa hambre afectiva, el sujeto con trastorno límite de la personalidad puede idealizar y engancharse mucho a algunas personas, a las que considerará sus salvadoras. No obstante, su capacidad para sentirse decepcionado y su vulnerabilidad son tan grandes que reaccionará con mucha intensidad en caso de sentirse rechazado. Puede existir realmente dicho rechazo, aunque sea leve, pero muchas veces se trata de rechazos imaginados. Por ejemplo, si un límite se engancha de un amigo y le llama por teléfono cuando va a salir de casa, puede enfadarse mucho si dicho amigo le dice que no le puede atender en ese momento, por considerar que es otra persona que la está abandonando. Esto produce la inestabilidad interpersonal que comentábamos, ya que así es complicado que se mantenga una relación con otras personas. Recordemos que, por ese amplificador, las demostraciones de ira o autorreproches que tendrá la persona con trastorno límite serán espectaculares, con el consiguiente espanto y huida por parte del entorno.

A veces se dan manifestaciones distintas de esta patología, a las que podríamos llamar "internalizantes" y "externalizantes". Muy brevemente, las primeras serían las de los individuos que no son conflictivos, que no vuelcan su ira hacia los demás pero que lo hacen de manera despiadada consigo mismos. Son los que tienen más riesgo de suicidio y/o de autolesiones, porque se autodesprecian hasta límites insospechados. Los segundos, los "externalizantes", son personas que reaccionan de forma airada cuando detectan rechazos o abandonos. Aunque también vean muy mermada su autoestima o puedan sentirse culpables, proyectan en los individuos que están produciendo el desengaño toda su rabia e ira. Estos sujetos suelen meterse en peleas, chillar, montar "escenas", etc.


Las personas con una personalidad límite, mayormente mujeres, son inestables en la percepción de su propia imagen, en su humor, en su comportamiento y en sus relaciones personales (a menudo tormentosas e intensas).

La personalidad límite se hace evidente al principio de la edad adulta pero disminuye con la edad. Estas personas han sido a menudo privadas de los cuidados necesarios durante la niñez. Consecuentemente se sienten vacías, furiosas y merecedoras de cuidados.

Cuando las personas con una trastorno de personalidad límite se sienten cuidadas, se muestran solitarias y desvalidas, frecuentemente necesitando ayuda por su depresión, el abuso de sustancias tóxicas, las alteraciones del apetito y el maltrato recibido en el pasado. Sin embargo, cuando temen el abandono de la persona que las cuida, su humor cambia de modo radical. Con frecuencia muestran una cólera inapropiada e intensa, acompañada por cambios extremos en su visión del mundo, de sí mismas y de otras (cambiando del negro al blanco, del amor al odio o viceversa pero nunca a una posición neutra). Si se sienten abandonadas y solas pueden llegar a preguntarse si realmente existen (esto es, no se sienten reales). Pueden devenir desesperadamente impulsivas, implicándose en una promiscuidad o en un abuso de sustancias tóxicas. A veces pierden de tal modo el contacto con la realidad que tienen episodios breves de pensamiento psicótico, paranoia y alucinaciones.

Estas personas son vistas a menudo por los médicos de atención primaria; tienden a visitar con frecuencia al médico por crisis repetidas o quejas difusas pero no cumplen con las recomendaciones del tratamiento. Este trastorno es también el más frecuentemente tratado por los psiquiatras, porque las personas que lo presentan buscan incesantemente a alguien que cuide de ellas.


Se caracteriza por cinco o más de los siguientes rasgos:
1. Intensos esfuerzos por evitar un abandono real o imaginario. Es decir, tienen un miedo muy intenso a ser abandonados por la persona que aman (o cualquier persona importante para ellos) y suelen reaccionar con una ira inapropiada o pánico cuando tienen que separarse, aunque sea sólo durante un tiempo limitado. Por ejemplo, cuando alguien llega tarde a una cita o tiene que anularla lo interpretan como un indicio de posible abandono o traición y reaccionan de forma muy intensa.


2. Relaciones interpersonales inestables, caracterizadas por la alternancia entre la idealización de la otra persona y su desvalorización total. Es decir, pueden llegar considerar a otra persona un ser maravilloso y excepcional en el primer o segundo encuentro, sienten unos sentimientos muy intensos hacia esa persona, desean estar a su lado y recibir su atención continuamente, le exigen mucho a nivel emocional y desean compartir los detalles más íntimos desde el principio de la relación. Sin embargo, si esta persona no cumple con esas altas expectativas, lo cual suele suceder, pueden pasar fácilmente al extremo opuesto, pensando que en realidad no le importan nada a esa persona, que les ha traicionado y que es decepcionante o mala persona.

3. Problemas de identidad: tienen una auto-imagen o sentido del yo marcadamente inestable. Cambian bruscamente sus metas, valores, aspiraciones profesionales, opiniones, tipos de amigos; no tienen claro lo que desean ni tienen una identidad definida, sino que cambian en función de las influencias externas. Cuando les falta una relación de amor y apoyo, pueden incluso sentir que no son nada o no existen en absoluto.

4. Impulsividad al menos en dos áreas en las que pueden perjudicarse a sí mismos. Por ejemplo, pueden gastar el dinero de forma irresponsable, comer compulsivamente, abusar de sustancias, practicar sexo no seguro, conducción temeraria, etc.

5. Conductas suicidas recurrentes o auto-mutilación. El suicido suele ocurrir en el 8 - 10% de estas personas. Las conductas de auto-mutilación (cortarse, quemarse) ocurren durante periodos de malestar emocional intenso. Pueden ser precipitadas por amenazas de separación o cuando se espera que asuman una mayor responsabilidad. Estas conductas suelen producir alivio al sustituir el dolor emocional intenso por el dolor físico, proporcionar una válvula de escape para sus sentimientos de culpa y auto-castigo, trasladar su atención al dolor físico y olvidar momentáneamente el sufrimiento emocional, etc.

6. Inestabilidad afectiva debida a una reactividad emocional marcada (por ejemplo, episodios de disforia, irritabilidad, ansiedad, que duran sólo unas horas o, rara vez, unos días). Generalmente, su estado de ánimo es disfórico, con frecuentes estallidos de rabia, pánico o desesperación, debido a que reaccionan con gran intensidad ante los diversos sucesos de la vida, sintiendo emociones muy intensas y con problemas para controlarlas. No es raro que lleguen a tenerles miedo a las emociones (por ejemplo, miedo a enamorarse). Se aburren con facilidad y buscan constantemente algo que hacer. Pueden mostrarse sarcásticos, resentidos, furiosos, tener estallidos verbales.

7. Sensación crónica de vacío, falta de sentido y soledad.

8. Ira intensa e inapropiada o dificultades para controlarla (por ejemplo, estallidos emocionales agresivos, rabia constante, peleas físicas recurrentes). La rabia puede surgir cuando se ven rechazados por alguien importante para ellos. Después suelen sentir vergüenza o culpa.

9. Ideación paranoide temporal en periodos de estrés intenso o síntomas disociativos severos. Estos síntomas suelen durar poco tiempo (horas o minutos) y suelen aparecer tras un abandono. Un ejemplo de idea paranoide consistiría en creer (estar totalmente convencido), sin base alguna que lo justifique, que esa persona le ha abandonado porque tiene otra pareja o familia en alguna parte y le ha estado engañando todo el tiempo que han estado juntos.

Los síntomas disociativos pueden consistir, por ejemplo, en una sensación de despersonalización, de estar fuera de sí mismo, observándose desde el exterior, no reconocerse al mirarse al espejo, sentirse como en un sueño, etc.


La base del trastorno está constituida por tres supuestos fundamentales:

1. Conciben el mundo como un lugar peligroso y a las demás personas como malévolas o potencialmente dañinas.
2. Piensan que son vulnerables e incapaces de salir adelante por sí mismos.
3. Se ven a sí mismos como inaceptables, malas personas e indignos de amor.


Muchas personas con este tipo de trastorno han sido víctimas de malos tratos en la infancia o de abusos sexuales (lo que podría llevarles a percibir a los demás como peligrosos) o bien han vivido separaciones traumáticas y dolorosas en la infancia, lo que les lleva a percibir a los demás como fuente potencial de un gran sufrimiento, traidores y egoístas, sobre todo a las personas importantes para ellos. Esta creencia los lleva a la conclusión de que es peligroso bajar la guardia, asumir riesgos, estar en una situación de la que no se puede escapar fácilmente, mostrarse vulnerables, etc. De modo que están en un constante estado de ansiedad y tensión, constantemente alertas y vigilantes. Esta característica es similar a la desconfianza del trastorno paranoide; la diferencia radica en que las personas límite se sienten ineficaces e impotentes y no confían en su propia capacidad de valerse por sí mismas y enfrentarse a las amenazas. Tampoco pueden llegan a volverse totalmente dependientes de los demás, debido a que su creencia de que son inaceptables e indignos de amor los lleva a esperar el rechazo.

Es decir, por un lado, necesitan desesperadamente alguien que les de amor, los cuide y los apoye porque no se ven capaces de hacerlo por sí mismos ni de sobrevivir solos en este mundo percibido como hostil, pero al mismo tiempo temen este tipo de relación porque esperan que tarde o temprano serán rechazados y sentirán un dolor inmenso.

Por otro lado, el pensamiento dicotómico es muy común en ellos. Consiste en ver el mundo en términos de categorías excluyentes (por ejemplo, bueno o malo, éxito o fracaso, lealtad o traición). Al faltar las categorías intermedias, se hacen interpretaciones extremas de acontecimientos que en realidad caen en una zona intermedia de un continuo. De este modo, una persona puede pasar de ser maravillosa a ser horrible ante sus ojos, lo cual genera, a su vez, unos sentimientos también muy intensos. Es decir, quien considera algo como horrible, sentirá una emoción mucho más intensa que quien lo considera sólo molesto. Del mismo modo, al considerar a una persona absolutamente maravillosa, sienten una gran euforia y una alegría intensa.

Al percibir el mundo el términos de blanco o negro, no solo están propiciando sus estallidos emocionales, sino que además están siendo poco realistas en su percepción del mundo y las personas, de modo que las decepciones serán frecuentes y contribuirán a perpetuar el trastorno ("ya sabía que me iba a rechazar", "es verdad que no se puede confiar en nadie", "esto demuestra que no soy digno/a de amor"). Así, este modo de pensar es el responsable de la inestabilidad de su estado de ánimo y los cambios bruscos.

Pero no sólo perciben a los demás en términos dicotómicos, sino también a sí mismos, de modo que no es difícil que, ante el más pequeño defecto o fracaso se consideren seres inaceptables o que la más mínima carencia los convierta en seres sin valor. Los malos tratos o los rechazos pueden contribuir también a mantener esta creencia básica, que se ve confirmada con cada rechazo.

Todo esto los lleva a mantener patrones inestables: la idealización les lleva a entregarse por completo a la persona amada, mientras que el miedo al rechazo (procedente de la creencia de que son inaceptables) los lleva a tener miedo a la intimidad y alejarse, frustrando sus propios deseos de intimidad.

La frustración del deseo de proximidad suele dar lugar a una ira intensa y devastadora, que acaba destruyendo la relación, si llega a producirse. Al mismo tiempo, la satisfacción de ese deseo es vista como peligrosa, porque la posibilidad de abandono está siempre presente. De este modo, mantener una relación supone estar en un estado de ansiedad constante y la relación tiene muchas probabilidades de fracasar entre estallidos de rabia y desesperación.
Por tanto, suelen vacilar entre buscar la dependencia y evitarla, pero no saben confiar en los demás en una medida moderada.

Otra característica de estas personas es un sentido débil o inestable de su propia identidad (confusión e incoherencia en sus metas, prioridades, valores). La confusión acerca de sus metas y prioridades hace que sea difícil que trabajen con regularidad y eficacia para lograr metas a largo plazo y se dejan llevar por sus impulsos del momento. No tienen una estrategia coherente para solucionar los problemas que surgen. De todo esto resulta una ineficacia real y una sensación de fracaso e incapacidad, lo cual conduce a un falta de motivación y perseverancia. La falta de un sentido claro del sí mismo les dificulta la toma de decisiones en situaciones ambiguas y provoca una baja tolerancia a la ambigüedad. Todo esto refuerza sus creencias de falta de valor personal y necesidad de dependencia.

La combinación de respuestas emocionales intensas, capacidad inadecuada para controlar sus emociones, impulsividad y falta de dirección clara en su vida, genera una serie de crisis y situaciones que no logra controlar, de modo que no es extraño que aparezcan también otros trastornos, como ansiedad generalizada, trastorno de pánico, depresión, etc. También suele ser frecuente entre esas personas la existencia de un trastorno de estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo u otros trastornos de personalidad.



Trastorno de personalidad evitadora
La gente con una personalidad evitadora es muy sensible al rechazo y teme comenzar relaciones o alguna cosa nueva por la posibilidad de rechazo o de decepción. Estas personas tienen un fuerte deseo de recibir afecto y de ser aceptadas. Sufren mucho por su aislamiento y su falta de habilidad para relacionarse cómodamente con los demas. Al contrario de aquellas con una personalidad límite, las personas con un trastorno de personalidad evitadora no responden con cólera al rechazo; en lugar de eso, se presentan tímidas y retraídas. El trastorno de personalidad evitadora se parece mucho a la fobia social.



Trastorno de personalidad dependiente
Las personas con una personalidad dependiente transfieren las decisiones importantes y las responsabilidades a los demas y permiten que las necesidades de aquellos de quienes dependen se antepongan a sus necesidades propias. No tienen confianza en sí mismas y manifiestan una intensa inseguridad. A menudo se quejan de que no pueden tomar decisiones y de que no saben qué hacer o cómo hacerlo. no les gusta expresar opiniones, aunque las tengan, porque temen ofender a la gente que necesitan. Las personas con otros trastornos de personalidad frecuentemente presentan aspectos de la personalidad dependiente, pero estos signos quedan generalmente encubiertos por la predominancia del otro trastorno de personalidad. Algunos adultos con enfermedades cronicas desarrollan personalidades dependientes.




Trastorno de personalidad obsesivo compulsiva
Las personas de personalidad obsesivo compulsiva son formales, confiables, ordenadas y metódicas pero a menudo no se adaptan a los cambios. Son cautos y analizan todos los aspectos de un problema, lo que dificulta tomar decisiones. Aunque estos signos están de acuerdo con los estándares culturales de occidente, los individuos con un trastorno de personalidad obsesivo compulsiva toman sus responsabilidades con tanta seriedad que no soportan los errores y prestan tanta atención a los detalles que no completan sus tareas. En consecuencia, estas personas pueden entretenerse en los medios para realizar una tarea y olvidar su objetivo. Sus responsabilidades les crean ansiedad y raramente encuentran satisfacción en sus logros.

Estas personas son frecuentemente grandes personalidades, en especial en las ciencias y otros campos intelectuales en donde el orden y la atención a los detalles es fundamental. Sin embargo, pueden sentirse desligadas de sus sentimientos e incómodas con sus relaciones u otras situaciones que no controlan, con lo impredecible o cuando deben confiar en otros.

Consiste en una pauta generalizada de perfeccionismo e inflexibilidad que se caracteriza por al menos cinco de los siguientes rasgos:

*Perfeccionismo excesivo que impide una correcta realización de las tareas debido a que la perfección exigida es casi imposible de alcanzar.

*Gran preocupación por los detalles, normas, horarios, organizaciones, hasta el punto de perder casi todo el tiempo en ellos.

*Insistencia exagerada en que los demás hagan las cosas tal y como ellos dicen. Tendencia a impedir que los demás hagan las cosas por considerar que no las harán correctamente.

*Dedicación excesiva al trabajo que no se explica por necesidades económicas u otras presiones externas, hasta el punto de dejar de lado amistades y actividades de ocio.

*Gran indecisión debido a que no son capaces de encontrar la decisión "perfecta" y pierden mucho tiempo pensando en las posible prioridades sin poder sacar ninguna conclusión.

*Son personas excesivamente escrupulosas e inflexibles respecto a la ética, la moral o los valores.
Excesivo control de sus emociones, las cuales no suelen expresar.


*Falta de generosidad con el dinero, el tiempo o los regalos cuando no hay posibilidad de obtener una ganancia personal. Esto es debido a que están orientados totalmente hacia lo práctico.

*Incapacidad para deshacerse de los objetos inútiles, aunque carezcan de valor sentimental

La personalidad de las personas con este trastorno presenta tres características fundamentales:

1. Tienen un pensamiento rígido e intenso; están constantemente concentrados y atentos, de modo que tienden a resolver bien las tareas técnicas y detalladas, pero su campo de visión es muy estrecho y no suelen tener en cuenta la situación global. Se ven fácilmente afectados por las distracciones externas y tratan de evitarlas en lo posible.


2. Su autocontrol está distorsionado. Es decir, toda acción que realicen ha de estar controlada voluntariamente y no son capaces de actuar nunca de manera espontánea. Tratan también de controlar a voluntad sus propios deseos y emociones. Así pues, son constantes supervisores y vigilantes de sí mismos, de cada cosa que hagan, digan, piensen o sientan y se encuentran muy incómodos e inseguros en situaciones que no controlan o cuando deben mostrarse más espontáneos.


3. Guían su conducta basándose en el sentido del deber. Invocan la moral, la lógica, las costumbres sociales, las leyes, etc., para determinar qué se debe hacer encada situación. Necesitan normas externas que guíen su conducta. Es decir, están en gran medida separados de sus propios deseos, preferencias y emociones. Por este motivo sus decisiones, creencias y acciones tienden a ser débiles, pues no proceden del todo de ellos mismos, sino del exterior. Son personas que están muy alejadas de sí mismas, de modo que a veces no saben lo que quieren o no son capaces de tomar una decisión, dudan en exceso y se preocupan excesivamente por la incertidumbre. Necesitan tenerlo todo controlado, sobre todo a ellos mismos.


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